A estas alturas parece algo normal, simple. Pero lo que ha pasado hoy en la sede del Congreso de la Unión de México ha cimbrado todas las estructuras de costumbre y tradición en un país con más de dos siglos de vida. Hoy por primera vez en su historia tiene una mujer en su presidencia y se llama Claudia Sheinbaum.
Y ese tiempo de mujeres se ha hecho presente en las últimas horas. En el emblema que representará a su gobierno, en Ifigenia Martínez, quien le entregó la banda presidencial, y en las tres cadetes del Heroico Colegio Militar que la custodiaron en la sesión solemne en donde protestó como jefa del Poder Ejecutivo y Comandante Suprema de las Fuerzas Armadas.
Programada para las 11 horas de la Ciudad de México, la ceremonia se retrasó por casi 40 minutos por las dificultades para llegar de su antecesor, Andrés Manuel López Obrador y de ella misma, ante las multitudes que impedían el paso de sus respectivos vehículos al salir de sus casas para poder verlos de cerca.
Sin escatimar elogios hacia su mentor, Sheinbaum no desconoció su origen político y por el contrario le hizo honor al mencionar que su presencia ahí era producto de un parte aguas de hace 19 años, cuando se le quiso enjuiciar a López Obrador para desaforarlo.
Un preámbulo a lo que vendría después. El «llegamos todas» que cambió el «Es un honor estar con Obrador» a «Es un honor a estar con Claudia hoy».
Ataviada con un vestido color marfil bordado a mano por la artesana oaxaqueña Claudia Vásquez Aquino, su atuendo que en sí mismo inserta un cambio en el desfile de tonos oscuros de trajes masculinos que por décadas se pararon ahí a hacer vale la Constitución. En México todo es símbolos y esta vez saltaban a la vista y a los oídos.
Porque así como reivindicó a los pueblos originarios del país y a los migrantes que sostienen gran parte de la economía mexicana, también reiteró la continuidad de la política de austeridad en el gasto público que inició su predecesor. Que nadie se diga engañado, la llamada Cuarta Transformación y sus programas sociales no se detendrán. De hecho, se incrementarán. En esta ocasión no habrá borrón y cuenta nueva ni suspensión de obras magnas como sucedió en 2018.
Los trenes se ampliarán, la política energética con prevalencia del sector público no cambiará y la polémica reforma al Poder Judicial seguirá adelante, al mismo tiempo que en materia de seguridad no pretende regresar a la estrategia del enfrentamiento directo con los cárteles. En otras palabras, no habrá otra ‘guerra contra el narco’, como la del expresidente Felipe Calderón.
Esa no será su trinchera. Sí lo será la lucha por la visibilidad de las mujeres, por siglos calladas históricamente en los libros de historia y los relatos populares que siempre quedaron como heroínas anónimas, si acaso. Lo que no se nombra, no existe, mencionó la primera mandataria de México. Y es por eso que en su primer discurso pugnó por el nombramiento del género femenino en donde antes se argumentaba el uso neutral. Que no se escatime y se pronuncie soldada, arquitecta, jueza.
Y así retumbó en el Palacio de San Lázaro. Por primera vez en la historia de México los gritos de ¡Presidenta, presidenta! se hicieron eco. Porque ahí, tomando la dirección de un país con 140 millones de habitantes está una mujer de 62 años y doctora en ciencias. » Soy mujer, soy científica, soy abuela y a partir de hoy, la presidenta de los Estados Unidos Mexicanos». La presidenta Claudia Sheinbaum.